Patrimonio

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Entre los elementos etnográficos de nuestros pueblos, contamos con varios edificios religiosos y algunos edificios civiles ligados a los usos tradicionales. Su visita puede ser de gran interés para conocer nuestro patrimonio y nuestros orígenes.

-Iglesia de San Juan, en Rosuero.

-Iglesia de San Martín, en Siguero.

-Ermita de Nuestra Señora de la Varga, en Siguero.

-Ruinas de los lavaderos de lana tradicionales, en Siguero.

Éstas ruinas son lo que queda de unos lavaderos de enorme tamaño construidos en 1786.

La cercanía de la Cañada Real Soriana Occidental, a los pies de la sierra, hacía de este enclave un lugar estratégico para el negocio de la lana proveniente de la trashumancia entre las dehesas extremeñas y el norte. De hecho a finales del siglo XVIII, había en Segovia 27 casas de esquiIeo y 12 lavaderos de lana. Los esquileos eran edificaciones destinadas a acoger a varias decenas de esquiladores, y grandes rebaños, a los que se exponía en una cuadra estrecha, el "bache", a una situación agobiante por la falta de espacio que hacía sudar al animal, ablandando la lana y facilitando así el esquileo. El esquileo se hacía en una sala más amplia, el "rancho" donde los esquiladores procedían sin descanso, a esquilar a tijera, una a una, todas las merinas. Con almagre, los esquiladores iban anotando sobre las paredes el número de vellones que iban saliendo y quién era su propietario. De hecho, aún se pueden ver restos de éstas pintadas en las paredes de yeso del edificio. La tarea no se interrumpía ni los días de fiesta ya que los esquiladores contaban con licencia especial para ello, contando el rancho con una capilla, donde un capellán rezaba la misa en presencia de los esquiladores sin que estos interrumpieran el esquilado.  Existía la lonja donde se almacenaban los vellones y la peguera, donde se preparaba la pez para marcar a los animales una vez esquilados.

El emplazamiento de éste lavadero fue motivo de disputa ya en 1786, como queda recogido en documentos históricos, ya que los vecinos de los pueblos situados aguas abajo del Duratón estaban enormemente preocupados por la contaminación vertida desde el lavadero al cauce del río. Éstos recurrieron al Consejo de Castilla, que envió a un "Chímico" francés para analizar las aguas y la viabilidad del proyecto.

 

-Restos de las antiguas yeserías, en Siguero.

Situadas detrás de la ermita de nuestra Señora de la Varga, en Siguero. En el cerro y alrededores afloran minerales de yeso, que se extraían y cocían para obtener yeso en polvo, usado en construcción y cerámica. Se dice que era de gran calidad. Constaba de la cantera, o zona de extracción, y de un horno de cocción con molino para triturar la roca. Fueron abandonadas en los años 70, por pérdida de la competitividad.

 

El proceso manufacturero de fabricación del yeso esta dividido en tres fases: extracción del mineral, cocción y molido. Atendiendo a estas fases la instalación consta de una cantera para la extracción de la piedra de yeso, los hornos para la cocción y contiguo a estos una construcción en planta rectangular y cubierta a dos aguas donde se molía cernía y almacenaba el yeso.

Extracción.- En la primitiva explotación el yesar, "que es el terreno abundante en mineral de yeso que se puede beneficiar" o "la cantera de yeso" (1) propiamente dicha, estaba cerca del río, más tarde ya en el Siglo XX se abrió la actual en el coto. La extracción se hacia a cielo abierto. La tierra situada encima de la veta de yeso se desmontaba a pico hasta dejar libre el filón que se partía con explosivos, barrenándolo y dinamitándolo. Las piedras de yeso así extraídas eran transportadas hasta los hornos en carretas tiradas por bueyes. Como el filón estaba en un estrato muy bajo la tierra ha desmontar era mucha y para llevarla hasta el vertedero se tuvieron que instalar unos doscientos metros de raíles de hierro, por donde circulaban vagonetas tiradas por burros. 

Cocción.- Cuenta la yesera con dos hornos intermitentes situados uno al lado del otro y semienterrados en la pendiente del terreno. Son de planta en forma de herradura y una sola cámara. Sus muros, de un grosor medio de unos 60 centímetros y una altura de 2,70 metros, están realizados por mampuestos tomados con barro. El interior esta enlucido por una capa de barro y paja. Los hornos estaban cubiertos con un tejado a dos aguas para evitar que la lluvia estropeara la labor y proteger a los operarios. Cada horno tiene una sola boca de algo más de 1,5 metros de luz y rematada por un arco carpanel con una altura de 1,10 metros aproximadamente. Para cargar el horno de piedras de yeso se realiza del siguiente modo: se hacen tres muretes perpendiculares a la boca del horno, uno en el centro de unos 50 centímetros de grosor y dos laterales de algo más de la mitad. Estos muretes se rematan con bóveda, de esta manera tenemos dos hogares que nos permitirán ir cargando el horno continuamente y administrar mejor el fuego. Sobre los dos hogares ya realizados se va rellenando el horno con piedras grandes hasta la coronación en donde se hecha la tapa con piedras menudas para "sujetar el fuego". Es en la cocción cuando se deshidrata el aljez o piedra de yeso que dará una vez molido el aglomerante que conocemos por yeso. Es una labor de oficio, la cocción dura "unas veinticuatro horas largas", en donde se tiene que estar cargando continuamente de combustible, sacando las cenizas y vigilando que el fuego no llegue arriba. El control del horno sé hacia dando más o menos tiro tapando con piedras y tierra. Por el color de las piedras, tanto en la parte superior como en la bóveda, el yesero sabe cuando debe de dar por terminado el proceso. En una cocción se empleaban de 8 a 10 carretas de leña de encina. Para obtener la leña se compraban suertes a los vecinos del monte de Siguero y ellos mismos se encargaban de cortarla y transportarla hasta los hornos. Terminada la cocción se dejaba reposar de 12 a 24 horas, se sacaba la ceniza y para descargarlo se hundía, tirando el murete central, y se extraían las piedras por la boca del horno. La cocción no era uniforme, las piedras de los rincones y las bajas se cocían peor. Cada horno hacia entre 35.000 y 40.000 kilogramos.
Cada cinco años se revisaba y acordaba el pago que los yeseros debían hacer a la junta del coto por hornada, los últimos fueron de cien pesetas por cocción.

Molido.- Las piedras extraídas del horno se las machacaba para dejarlas con un diámetro no mayor de unos siete centímetros, seguidamente se las introducía por la tolva en el molino donde eran reducidas a polvo. Después se cernía y se separaban dos calidades fino y basto que se envasaban en sacos de 50 kilogramos. 
El molino de martillos era accionado por un motor Diesel de un solo cilindro marca DENSIL, tipo BSI de 8 cv fabricado en Dinamarca. El motor que en un principio vino para accionar un molino de pienso, lo compro el padre de D. Felipe Quintana y lo instalaron para accionar el molino por medio de un sistema de poleas planas. Para la refrigeración del motor, que posiblemente es marino, sé tubo que construir unos depósitos para agua de donde tomaba y descargaba directamente. El arranque del motor se hacia calentando previamente con una lamparilla (de gasolina) la cabeza del cilindro y haciendo girar el volante en sentido contrario, al llegar al punto de explosión y producirse esta el motor cambiaba el sentido de giro. No siempre sucedía así y algunas veces el motor funcionaba girando en sentido contrario. Las poleas de transmisión se engrasaban con unas pastillas especiales en movimiento, lo que resultaba muy peligroso.
Antes de la instalación del molino mecánico las piedras de yeso se trillaban con caballerizas. Se subían las piedras con bueyes hasta Siguero donde en una casa, con el suelo empedrado para la labor, se trillaban con un rodillo troncocónico tirado por mulas describiendo círculos. 
En los tiempos del abuelo de D. Felipe Quintana la gente venia a comprar el yeso, después su padre empezó a distribuirlo con un camión por los pueblos, la zona llegaba hasta los pueblos de Navafría, Turegano, Cantalejo, Sepulveda y Riaza. Se comercializo con los nombres de Yesos Quintana y Yesos la Varga. Los últimos precios a los que se vendió el yeso fue una peseta por kilogramo para el fino y cincuenta céntimos por kilogramo para el basto.
Las instalaciones actuales no son las primitivas, los hornos estaban adosados a los muros de la ermita que estaba en ruinas. Hace algo más de 40 años al plantearse la reconstrucción de la ermita se vio la necesidad de trasladar los hornos. Fue el padre de D. Felipe Quintana quien los construyó en su actual emplazamiento.
La yesera, después de un breve periodo de inactividad, se volvió a abrir al principio de los setenta pero transcurridos tres años se tuvo que cerrar definitivamente. Había que renovar las instalaciones para ser competitivos y para eso se necesitaba mucho dinero. La yesería "no daba lo suficiente y se tenían que ayudar con la realización de portes y algo de agricultura".



Obtenido de: Jorge Miguel Soler Valencia  http://patrimonioindustrialensegovia.blogspot.com.es/2009/01/yesera.html

-Iglesia de San Sebastían, en Sigueruelo.

-Toril de Sigueruelo.

-Ruinas del convento, en Villarejo.

-Iglesia de la Natividad, en Villarejo.

-Fragua, en Villarejo.